Un pasito hacia delante, ¿o un pasito hacia atrás

Marta iba mirando por la ventana un paisaje helado; parecía que aunque fuera hora punta, la ciudad entera había enmudecido ante la llegada de un frío polar que había pillado por sorpresa y desprevenidos a todos. Sumida en sus pensamientos, sostenía en la mano un taco de folios en los que además de llevar redactadas una serie de preguntas bien argumentadas, tenían información que habían recopilado que valoraba la utilidad de la conservación de la sangre de cordón umbilical de su bebé.

Bajaron del coche todo lo abrigados que pudieron para entrar de nuevo en aquella fortaleza en la que ya habían estado en una ocasión. El mismo asesor de Secuvita se sentó con ellos en la sala, ofreciéndoles un buen zumo de naranja (Vitamina C para el catarro) e indicando que podían disparar las preguntas cuando quisieran. Pablo y Marta se miraron y empezaron a turnarse con el taco de folios intentando ser lo más concretos posible. ¿Era realmente seguro?, ¿qué había de la comercialización fraudulenta con células madre?, ¿era verdad que podría valer la muestra para algún familiar compatible?, ¿qué diferencia había entre ese sistema y la donación pública?, ¿por qué se la llevaban a Alemania?, ¿la extracción no era dolorosa no?, si la muestra no era válida, ¿qué pasaba con lo que ya habían pagado?, ¿y con el contrato?

El asesor respondió a estas y más preguntas poco a poco, sacando también toda la documentación necesaria para mostrarles que aquello era real, no una utopía, que estaba sucediendo y que era demostrable. – No nos tomamos esto a la ligera, somos conscientes de sus preocupaciones y de que lo más importante es el futuro de su hijo. Su teléfono vibró de repente encima de la mesa como si hubiera llegado un mensaje, después de leerlo sonrió: – Acaban de confirmarnos nuestro trasplante número veinte; la verdad es que estamos muy orgullosos del trabajo que estamos haciendo; si sirve para ayudar a mejorar la calidad de vida, todo esfuerzo habrá merecido la pena. Pablo asintió con la cabeza pensando en si ese era el día en el que firmarían el contrato, ya que todas sus dudas se habían resuelto y ahora estaba seguro. Miró a Marta, esta se levantó, abrió la puerta de la sala y contempló de nuevo las caras sonrientes de los niños… Se dio la vuelta y dijo firmemente: – Lo tengo claro, debemos hacerlo.

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