Gracias a las nuevas terapias, hoy en día el cáncer es una enfermedad que se podría controlar si se diagnostica a tiempo.
Existen básicamente tres tipos de trasplante de células madre para tratar el cáncer según el donante. El primero es el autólogo, es decir, el trasplante se realiza con células madre propias (por ejemplo, de médula ósea, o de sangre de cordón umbilical). La gran ventaja es la ausencia de incompatibilidad ya que al ser material propio, el sistema inmunológico no rechazará las células. Se realiza para tratar leucemias, ciertos linfomas y otro tipo de cánceres, especialmente infantiles.
Los otros dos tipos son: por un lado, el alotrasplante alogénico, en el que las celulas madre son de un donante compatible; y por otro, el alotrasplante singénico, en el que la muestra proviene de un gemelo o mellizo idéntico, lo cual evita los posibles problemas de incompatibilidad. En el primer grupo, la ventaja es que las nuevas células madre del donante producen células inmunológicas para luchar contra el cáncer. La desventaja es el posible rechazo del trasplante, o las infecciones, que se controlan con inmunosupresores. Estos tipos de trasplante alogénico se realizan también para tratar algunos trastornos de la médula ósea, como la mielodisplasia.
Previamente a la terapia con células madre en casos de cáncer, se lleva a cabo el procedimiento habitual de radiación y/o quimioterapia, que destruye las células, sin distinguir entre las cancerosas y las sanas. Por ello el trasplante de células madre se hace después, para tratar de recuperar las células sanas perdidas.
Fuente: Cáncer.org.
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