Médicos españoles realizan una cirugía pionera para fijar un bioimplante de células madre de cordón en un corazón infartado. El objetivo es reparar el tejido de este órgano. Tres meses después de la intervención, la cicatriz del corazón ha disminuido un 10%.

El corazón infartado de un hombre de 70 años ha empezado a regenerarse tras recibir un bioimplante de células madre de cordón umbilical. Esta cirugía, pionera en el mundo, ha sido realizada por el hospital Germans Trias y el Banc de Sang i Teixits (BST), con el Institut de Bioinginyeria de Catalunya (IBEC).

El paciente lleva desde mayo un parche de 4 por 4 centímetros fijado directamente sobre la zona infartada, como explica La Vanguardia. El bioimplante, bautizado como PeriCord, está formado por pericardio humano descelularizado y enriquecido con células madre mesenquimales de cordón umbilical.

El objetivo es recuperar parte de la fuerza para bombear la sangre tras el infarto

Las células madre mesenquimales introducidas en el parche migran al tejido cardiaco sin dispersarse por otras partes del organismo. Según el cardiólogo Toni Bayés, responsable de Investigación Cardiaca de Germans Trias, “hemos podido comprobar en la resonancia magnética realizada a los tres meses de la operación que la cicatriz del corazón ha disminuido un 10%”.

La autorización por parte de la Agencia Española del Medicamento la obtuvieron en diciembre del 2018 y la primera intervención la hicieron en mayo del 2019. En seis horas se puede fabricar el parche que necesita un paciente infartado al que le faltan las fuerzas porque su corazón bombea poco y mal.

Es la primera intervención quirúrgica a nivel mundial de estas características. La fase de probar la seguridad se completará con otros ocho pacientes. “El paso siguiente será demostrar que es eficaz, que los pacientes viven más, con menos ingresos hospitalarios y mejor calidad de vida”, explica Toni Bayés.

Este hallazgo es una gran evolución para otras enfermedades: «podemos poner las células donde se necesitan»

Aunque estén en los inicios, este tratamiento pionero permitirá a muchos infartados no llegar al trasplante. “La madre del cordero es esa cicatriz. El corazón recibe sangre que no puede bombear porque parte del músculo está muerto. Se produce insuficiencia cardiaca y entonces solo podemos hacer bypass, puentes que ayuden a que llegue mejor la sangre. Eso le ocurre al 25% de los infartados que atendemos. Creemos que la mitad de esos pacientes serían candidatos a el bioimplante”, explica Toni Bayés.

Además de su función esencial regeneradora, el implante tiene la ventaja de que no necesita inmunosupresión, como ocurre en un trasplante. “Además tienen una cierta propiedad antiinflamatoria y no se trombosa, como a veces ocurre con las prótesis artificiales”, indica el cardiólogo. La principal pega es que la cantidad de células que caben en la trama es limitada. Y si la cicatriz del infarto es muy antigua, la capacidad de regenerar disminuye.

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