“Las vivencias de un recién nacido”
Recuerdo que estaba tan a gusto durmiendo mientras mi cordón umbilical me alimentaba sin esfuerzo, cuando de pronto sentí que me quedaba sin aire. ¿Qué está pasando?, me pregunté asustado mientras veía como mi camita en la que había estado tan a gusto durante nueve meses salía disparada por un extraño conducto. Ya había oído antes cómo le decían a la señora dentro de la que vivía, a la que según mis fuentes llamaría mamá, que esto pasaría cuando yo necesitara salir. Pero salir …¿por qué? La respuesta la tuve cuando al instante unos movimientos comenzaron a empujarme hacia el conducto, que parecía la salida.
Mientras todo esto pasaba podía sentir como mamá estaba muy nerviosa y como unas manos frías la tumbaban tratando de tranquilizarla y confirmando que, estaba a punto de nacer y que no había ninguna complicación. A partir de ahí casi no pude escuchar nada porque confundía las voces que decían cosas como: “ Ha roto aguas ” o, “ cada vez las contracciones son más fuertes ” o “ya queda poco ”. Yo no entendía nada, sólo que cada vez me acercaba más a la salida, así que me agarré con fuerza a mi cordón umbilical, cerré los ojos y salí…
Debo reconocer que al principio estaba un poco asustado: mamá no paraba de preguntar si yo estaba bien y cuando abrí un poco los ojos vi un grupo de gente a mí alrededor con máscaras que me miraban fijamente. Uno de esas personas se me acercó, agarró mi amado cordón umbilical y lo cortó. Sentí mucha pena porque habíamos compartido muchas cosas juntos. Después me cogieron, me limpiaron (menos mal que no había un espejo por ahí porque no me habría gustado nada verme con esa pinta) y me pusieron encima de esa señora a la que debía decir mamá. Otro señor con máscara y guantes se acercó con un extraño objeto puntiagudo al cordón umbilical, que aún seguía unido a mi mamá; asustado, observé como metían parte de mi sangre en una bolsita y hablaban sobre que había que llamar a un tal Secuvita para que fuera a buscarla y conservarla en un laboratorio.
Mi mamá sonrió contenta y fue justo en ese momento cuando me tranquilicé y supe que todo iba a estar bien, porque la tenía a ella para que me cuidara, porque ella lo había hecho ya durante nueve meses; porque además, también se había preocupado por mi futuro al querer conservar la sangre de mi cordón umbilical, así que al fin y al cabo, no lo perdí del todo: guardo la mejor parte de él.
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