Muchos padres se preguntan si sus hijos tendrán algún grado de hiperactividad al no comprender la actividad permanente de sus pequeños.

La hiperactividad es un trastorno muy serio y no debemos tratarlo con frivolidad. Está asociado a factores genéticos y ambientales y se manifiesta con un aumento de la actividad física, impulsividad y dificultad para mantener la atención en una actividad durante un periodo de tiempo determinado.

Desde hace unos años existe un fenómeno social que identifica a todo niño revoltoso con la hiperactividad. Los causantes de esto son los adultos; cada vez se soporta menos una conducta irregular y se es menos transigente con la actividad propia de un niño. Los motivos por los cuales un niño no atiende ni está quieto son muchos: aburrimiento, cansancio, hambre…

El problema surge cuándo esta actividad no cesa. Suelen ser insensibles a los castigos y desobedientes.

Algunos de los síntomas son:

  • 0 a 2 años: Duermen en periodos cortos y se despiertan con sobresalto, tienen una reacción elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.

  • 2 a 3 años: Lenguaje expresivo inmaduro, actividad excesiva, menor conciencia del peligro que los niños de su edad.

  • 4 a 5 años: Suelen tener problemas de adaptación social, desobediencia y dificultades en el seguimiento de normas.

  • 6 años en adelante: Impulsividad, déficit de atención, fracaso escolar y problemas de adaptación social.

  • En general la mayoría de los casos se diagnostican con 7 o más años. Edad a la que ya han aparecido los primeros signos de fracaso escolar.

Es importante que antes de juzgar y encasillar a nuestros hijos apresuradamente de un trastorno serio, observemos su comportamiento detenidamente durante un periodo de tiempo largo y, en caso de dudas, acudamos siempre al pediatra.